Hace demasiado tiempo que el Nico no me mira. No me toca. No se me acerca, ni parece tener intención alguna de volver a tenerme entre sus brazos otra vez. Y sin embargo sé que aún me quiere, sé que no puede vivir sin mí. Quizás debiera esperarlo. Cuando no pueda más acudirá a mí para desahogar sus penas, como siempre lo ha hecho, como desde la primera vez que estuvimos juntos. Y mi misión es estar ahí para cuando se de cuenta que me sigue amando. No guardo rencores, en todo caso. Otras veces yo tampoco he estado disponible para él, como la vez que me ausenté varias semanas cuando viajé con su hermano a Perú, o aquella cuando me fui con su primo a ganar algo de plata a Costa Rica. El Nico no puso problemas nunca, jamás ha sido celoso, pero estoy segura que lo dejaba con un vacío enorme cada vez que yo partía sin él. Siempre me decía que algún día nos iríamos a conocer el mundo, los dos solos. Creo que he empezado a conocer el mundo sin él, y eso me entristece, y a él también, aunque no lo diga. De todas formas, algo le pasa conmigo. Puede ser que se haya aburrido, que ya no sienta la misma atracción. Me da miedo pensarlo. Las cosas no pueden haber cambiado tanto. Todas las noches, sin excepción, nos sumíamos en el más profundo de los amoríos, me poseía como nunca antes nadie lo había hecho, me tocaba sin limitaciones, mientras yo exclamaba ruidosamente los sentimientos del momento, hasta que desde algún lugar de la casa nos gritaban que nos calláramos, que había gente durmiendo y que nos fuéramos a otra parte. Y claro que nos íbamos. Nos cambiábamos de pieza cada vez que alguien censuraba nuestra pasión. Incluso fueron varias las veces en que salimos a la plaza cuando nos era imposible amarnos dentro de su hogar. Pero eso ya parece un pasado lejano. Y en realidad solo han pasado semanas, quizás meses. Lo echo de menos, y sé que el también a mi. La echo de menos, pero no he tenido el tiempo para estar juntos. Cada vez que la veo me tiento de pasar todo el día y toda la noche con ella, hasta que el ruido (ruido para algunos, puro amor para nosotros) haga que los vecinos nos insulten y terminen por separarnos de la aventura. No la he dejado de querer, eso jamás. No puedo vivir sin ella, y sin embargo, este mundo, el estudio, los trabajos y demases obligaciones me han quitado el preciado tiempo que tenía destinado para estar juntos, para mirarla, para escucharla, para tocarla, para deslumbrarme con su silueta femenina y su voz armoniosa. Pero basta de lamentos, brindemos, es el momento. Mañana salgo de vacaciones. Volveré a ti, mi compañera de momentos, compañera de fracasos y de algunas alegrías. Volveré a ti, mi queridísima guitarra.