Al que no conocí

Cuántas historias sobre aquel viejo flaco y alto, con anteojos, y con el don de la palabra.
Cuántas anecdotas de ese abuelo poeta, hablador, sencillo y con un corazón de oro.
Cuánta alegría y pena se nota en su familia al hablar de él.
Solo contra el mundo, sacando adelante y protegiendo a su familia de montaraces y ladrones de campo.
Cuántas veces habrá reido. Cuántas palabras habrá dicho en un almuerzo familiar. Historias nuevas y repetidas, que lo hacian reir, y que no podia dejar de contarlas ante su mujer y sus ocho hijos.
Feliz. Su libreta siempre viajando con el, anotando todo lo que le salia del corazón, todo lo que veía.
Millones de paseos aburridos, en un cacharro Ford 29 que se caía solo, pero que a el lo llenaba de orgullo.
Verdaderos viajes a caballo, buscando tesoros de viejos piratas que él leía en su infancia.
Nada lo desanimaba, para él todo era posible.
En aquella epoca que para mí siempre sera en blanco y negro, él ponia los colores.
Y cuando había que llorar, lloraba.
El no haberlo conocido no me afecta en tenerlo siempre conmigo, apoyándome desde arriba, dándome ese valor que solo él tenia, ese carácter al que todos llaman "de armas tomar". Por eso quiero hablar de él, de ese viejo canoso y casi raquítico, que la vida para él fue un regalo siempre, y que se fue de ella con toda la paz del mundo.
Quiero hablar de ese abuelo que no me conoció, pero al que quiero con todo mi alma.
Quiero hablar de Don Darío Montero.