Caminaban despacio y tranquilamente por la vereda
Dobló en la esquina y pasó con el semáforo en rojo al otro lado de la calle. Sólo un bocinazo le hizo darse cuenta de su infracción, pedaleó fuerte y evitó ser topado por una camioneta que se disponía a virar, y creo que estoy siendo muy imprudente, o no se si será de pavo pero creo que crucé con roja, por algo esa camioneta casi me atropella, menos mal que atiné y piqué, porque sino me voy derecho a la clínica, y ese otro que toca bocina si ya pasó, pero obvio, el típico conductor al estilo gringo que mete bocinazo bien fuerte para llamar la atención, porque el pendejo cree que puede llegar y cruzar con roja, pero si no se dio cuenta no seas tan drástico, que drástico ni que nada, mujer, lo pude haber matado, si llega y pasa de esa manera y si no fuera por la bocina ni se da habría dado cuenta del ruido que haces con tu bocina que la tocas siempre por cualquier cosa.
El viento le golpeaba fuerte la cara y le alborotaba el pelo. Pedaleaba sostenidamente, procurando mantener el ritmo y la fuerza. La cuesta se había acabado y la calle era ahora plana y ahora si que llego tarde, se acabo la bajada y el vuelo, y tengo que pedalear y ya estoy atrasado en dos minutos, y más encima esta rotonda que es imposible de atravesar porque pasan autos infinitamente, y yo acá parado esperando una oportunidad para cruzar, me va a tomar unos buenos minutos, por qué será que no salgo antes de mi casa, siempre me pasa lo mismo, y si no llega vamos a tener que jugar con uno menos, ¿por qué nunca llega a la hora?, si se viene en bicicleta con mayor razón tiene que programar sus tiempos, si es que llega, va a llegar muerto de cansancio y voy a jugar pésimo con lo cansado que estoy de pedalear, como estará de enojado mi equipo siendo que no llego nunca a la hora.
Atravesó una rotonda, luego de esperar un buen tiempo a que no viniera ningún auto, y se dispuso nuevamente a pedalear, mirando una y otra vez su reloj, solo para comprobar que estaba cada vez mas y mas atrasado. “No tengo más alternativa que seguir pedaleando, así que nada más importa ahora".
Sabía que faltaba poco para llegar, y eso lo tranquilizó bastante. A lo lejos, caminando en sentido contrario, venía una pareja de ancianos a paso de bastón, disfrutando de una plácida tarde de domingo. El apurado ciclista pasó junto a ellos a una velocidad impresionante, sin dejar de notar la cara de asombro del viejo, al tiempo que veía que la anciana murmuraba algo. Los dejó atrás rápidamente. Sentía alegría al saber que estaba por llegar a su compromiso futbolístico, pero no dejaba de pensar en los ancianos que acababa de pasar. Seguramente esa vieja estaría comentándole a su marido lo imprudente y descarriada que está la juventud de hoy en día, en fin, que me importa viejos conservadores, si supieran que voy atrasadísimo no me enjuiciarían tanto por la velocidad a la que los pasé, imagínate, Gregorio, andar en bicicleta a esa velocidad, qué ganas de ser joven de nuevo para hacer todas esas locuras que hacen los cabros de hoy, ¿no te parece?, sí, m’hita, es verdad, estos chiquillos tienen toda la vida por delante, y que me importa lo que estén diciendo de mí esos viejos, total, llegué, y me van a echar la foca de que llego tarde siempre y bueno tendré que aguantarla no más, total es su culpa y tendrá que aguantar la foca que le vamos a tirar. En serio, mi amor, casi me atropella un ciclista que venía rajado calle abajo, al parecer iba atrasado, pero igual casi me mata, me tuve que correr justo, y tu siempre dale que dale a la famosa bocina, si era un cabro distraído que atravesó con roja no más, que tanta cuestión, ustedes también llegan tarde a veces, además soy el que más lejos vive, igual tiene razón, pero si casi lo atropello, como no le iba a tocar la bocina, fue por su bien y el mío, no tienes idea lo que molesta a la gente los bocinazos, y tus exageraciones, te apuesto que ni siquiera iba tan rápido el de la bicicleta, y si, m’hita, nada como la juventud y sus locuras.