En sus zapatos.
Ellas bailaban. De vez en cuando paraban a descansar ya que sus inclinadas posiciones no les permitían bailar mucho tiempo.
Los dos negros (sus parejas) no pararon de moverse en toda la noche, al ritmo de la música que sonaba fuertemente por los grandes parlantes.
Bailaban y bailaban, y sin embargo, no parecía que lo disfrutasen mucho. De hecho, así era. Estaban obligados a bailar, y si descansaban, era por mera suerte.
Lo mismo para ellas. Los cuatro bailarines estaban sometidos. Nada podían hacer, más que bailar, y sólo podían esperar que algo superior los dejara descansar tranquilamente.
4 comentarios:
al llegar la noche, algo salió de ellos, algunos dicen que eso es morir,..para ellos fue una liberación...un vacio que le spermitió la paz...hasta la siguiente mañana
quién será la dueña de esos charoles?,
que los deje bajo unos faroles,
para en su jubilación un vago los encuentre,
que de noche pendenciera los haga descanzar.
Salud!.
Y sin embargo, ninguno de ellos se atrevió a dar el primer paso, aún sabiendo que solo ellos, decidirían sus propios destinos.
Publicar un comentario