Últimas palabras
Escribir bajo presión no resulta demasiado agradable, ya sea porque la fecha límite para mandar un cuento a un concurso está llegando a su fin, o porque hay que terminar de redactar un informe para mañana sin falta. Pero escribir a punta de pistola es otra cosa. Ahora mismo estoy a segundos de dejar este mundo porque en cualquier momento mi secuestrador me disparará. - ¿Cuál es tu último deseo? - me preguntó hace unos diez minutos, y yo le respondí que era un computador para redactar algo antes de morirme. Obviamente accedió, pueden comprobarlo al leer esto, y yo estoy aquí narrando lo inenarrable, algo sin pies ni cabezas, porque no dispongo del tiempo necesario para elaborar algo con sentido. Me dió dos minutos para cumplir mi deseo. Había pensado pedirle un cigarro, pero se cumpliría lo que nunca he creído: que el cigarro mata. Por ende si me lo fumaba me moriría acto seguido al terminármelo y aceptaría dicha hipótesis. Eso jamás. De cualquier forma, pese a mi desesperante tranquilidad, no puedo dejar de mirar hacia el lado, presionado por su arma homicida que me hará desaparecer físicamente en breves momentos. Y claro, tiene razón al querer deshacerse de mi porque si me deja libre se condena: sé su nombre y he visto su cara. Su única esperanza es el asesinato, y lo entiendo, no puedo decirle que me deje ir y jurarle que nunca lo denunciaré, por una parte porque sería un juramento falso (yo jamás he faltado a un juramento) y por otra porque aunque fuera cierto jamás me creería (a un viejo malhumorado y con cara de pocos amigos, al estilo Clint Eastwood) y haría bien en no creerme. Parecería una buena idea, pero no sirve de nada que deje en este legado escrito información referente a él, sería una pérdida del valioso tiempo que dispongo porque va a leer esto justo después de matarme, y si ve algo comprometedor con su identidad lo borrará de inmediato. Como sea, le tengo lástima, no sacó ni un peso con mi secuestro porque jamás lo dejé contactarse con mis cercanos a pesar de sus amenazas (nunca le he temido a la muerte bajo ninguna circunstancia). Con esto he comprobado que no soy capaz de escribir nada serio ni profundo, ni siquiera a segundos de morir. Siempre escribiendo estupideces, lo primero que se me viene a la cabeza. Podría estar despidiéndome de todos mis seres queridos de manera emotiva y hasta heroica, decirles que en estos siete meses sólo he pensando en ellos y que siempre estuve bien, metido en una habitación de cinco por cinco, pero bien. Decirles que no lloren por mí, que fuí lo bastante feliz en mi existencia como para que derramen una lágrima por este viejo que ya no tiene nada más que perder ni menos que ganar. Podría expresar todo eso, pero no. Siempre la maldita manía de escribir a la ligera propia de este anciano que en toda la vida jamás pudo elaborar un escrito serio. Qué más da, acaba de mover su pistola, le sacó el seguro, se me acabó el tiempo, y todo se paga... va a dispararme, puso el dedo en el gatillo. Espero alcanz